Hay ciudades en el mundo, como Río de Janeiro o Venecia, que tienen el privilegio de estar ubicadas en un lugar geográfico singular. San Sebastián "la Perla del Cantábrico", se abre al círculo casi perfecto de la bahía de la Concha. En esta naturaleza dulce, y en ocasiones salvaje, la mano del hombre ha edificado con mimo y respeto por el entorno una ciudad elegante, con clase y al mismo tiempo abierta y popular. Rodeada de colinas y montañas verdes, Donostia concentra a lo largo del año una oferta cultural sólo equiparable en España a ciudades de mayor envergadura, como Madrid o Barcelona, encabezada por sus prestigiosos festivales de cine y jazz.
Desde el txikiteo en el casco antiguo, hasta los restaurantes de mayor prestigio, los donostiarras tienen una especial habilidad para los fogones, el visitante podrá dar rienda suelta al vicio de la gula que, comparado con otros, diríase un vicio menor o tolerado por la mayoría.
Dice el filósofo Fernando Savater, al que haré mención en más de una ocasión, que "Los donostiarras tenemos fama de estar exagerada y hasta un poquitín ridículamente enamorados de nuestra ciudad. Pues bien, San Sebastián, lo afirmo con tan pocas pruebas como dudas, pertenece al grupo enigmático y restringido de urbes hechiceras".
No menos chovinista, y con razón, es José María Mendiola, cuando afirma: "Antes de hacer el paraíso Dios, encargó una maqueta. Cuando la maqueta estuvo terminada, el Señor la aprobó y las obras del Paraíso se pusieron en marcha y se terminaron. Más tarde los ángeles preguntaron al Señor que debían hacer con la maqueta, y Dios ordenó: Podéis colocarla en algún lugar del mar Cantábrico. Y aquel lugar era San Sebastián. Y así nació nuestra ciudad."
Dispongámonos, pues, a gozar de dos jornadas de dicha en este paraíso "divino", diseñado a la medida y disfrute del hombre. Máxime desde que, tras la histórica decisión de 1862, se derribaron sus murallas y se inició el camino de la modernidad. Luego vendrían a veranear la reina María Cristina y su corte, impregnando a la ciudad de tal glamour que Donostia se convirtió en el balneario de moda.
Mañana. Iniciaremos nuestro periplo frente al soberbio edificio del teatro Victoria Eugenia, en una de cuyas esquinas está instalada la oficina del Centro de Atracción y Turismo (CAT; Reina Regente 8) donde nos proporcionarán amablemente información turística, algunos folletos y un mapa que nos ayudará a deambular por la ciudad. En esta magnífica construcción, inspirada en estilo neoplateresco, se han desarrollado importantes acontecimientos de la vida donostiarra y su cultura. Grandes intérpretes invitados a la Quincena Musical han pasado por su escenario, que se celebra en agosto, siendo el centro neurálgico del Festival de Cine, hasta que en la pasada edición, los actos principales fueron trasladados al Centro Kursaal, y con ellos la legión de adolescentes curiosos que acechaban en los aledaños, y en los del vecino Hotel María Cristina, para ver entrar y salir a las estrellas del celuloide.
Las 5 estrellas del María Cristina se ven acrecentadas en septiembre con las grandes figuras invitadas al festival que se alojan en sus suites. Bette Davis hizo aquí su última aparición pública. Es obra del arquitecto francés Charles Mewes, autor también de los hoteles Ritz, de París y de Madrid.
Entre ambos edificios emblemáticos, inaugurados en 1912, se yergue altiva la estatua del almirante Antonio de Oquendo, pendón enhiesto y la espada en ristre, realizada con bronce procedente de cañones empleados en sus gestas.
El teatro Victoria Eugenia y el hotel María Cristina miran al Urumea, río que nace a 60 kms. aguas arriba, y se funde en el Cantábrico con vocación de ría, sujeta a los flujos de las mareas. En euskera su nombre significa "agua delgada y sutil", y tal es la calidad de la misma que de él se extrae la necesaria para la fabricación de cerveza.
Varios son los puentes que cruzan el Urumea, algunos reflejos de la belle époque de principios de siglo. El más próximo a la desembocadura del río es el de la Zurriola, también conocido como puente del Kursaal, en alusión al primitivo casino que estaba donde ahora se ubica el futurista Centro Cultural y Auditorio que nos ocupa. Retoma la palabra Fernando Savater: "Cuando el Gran Kursaal aún exístia, su demolición fue uno de los atentados más tristes de esta ciudad en los últimos años, formaba junto con el puente, sus airosos monolitos en forma de faros, el Victoria Eugenia y el hotel María Cristina, el conjunto arquitectónico más distinguido de San Sebastián.
Cruzamos sin vacilar el puente, de originales farolas, sin temor a que la violencia del mar nos arrastre, pues hasta la ampliación de las escolleras el Cantábrico saltaba por enciama de sus petriles en los días de galernas y mareas vivas.
Al otro lado del puente, en el solar que dejó libre el primitivo casino de Kursaal, se levanta el flamante Centro Kursaal, con un magno auditorio, una sala de cámara y distintos espacios para congresos y exposiciones. Más de 10.000 paneles de cristal translúcido cubren los gigantescos cubos diseñados por Rafael Moneo, que evocan las rocas cinceladas utilizadas como rompeolas. Merece la pena participar en una de las visitas guiadas que muestran el interior del nuevo Kursaal, marco futurista para los principales actos del Festival de Cine y otros eventos. Un restaurante-cafetería dirigido por el maestro culinario Martín Berasategui, y un par de terrazas externas con vistas al Urumea y a la playa de la Zurriola completan las instalaciones.
Cruzamos de nuevo el elegante puente para proseguir por la ancha vía peatonal conocida como el Boulevard, espacio nacido en 1862 tras el derribo de las murallas y que separa la llamada "Parte vieja" del Ensanche. Aquí visitaremos y veremos la fachada del centenario mercado de La Brecha, llamado así porque por aquí pasaba la primitiva muralla y la artillería anglo-portuguesa abrió en ella un boquete durante el asedio de 1813 contra las tropas napoleónicas. A La Brecha acuden los más prestigiosos restauradores donostiarras en busca de los productos frescos del mar, la montaña y la huerta, que luego harán las delicias del paladar de los comensales. Cerca del ayuntamiento hay un quiosco de música, atribuido a Eiffel, donde con frecuencia se celebran conciertos de la banda sinfónica del Conservatorio local.
Entramos por la calle Narrica en el casco antiguo de San Sebastián, conocido por los locales como la "Parte vieja", una cuadrícula llena de sabor, con vida propia y con una altísima densidad de bares y restaurantes; y como muestra un botón, echen un vistazo a la tangente calle Fermín Calbetón que nos lleva hasta la Plaza de la Constitución, esta última con curiosas balconadas numeradas, recuerdo de los tiempos en que la plaza hacía las veces de coso taurino y los balcones eran alquilados a modo de palcos. El edificio neoclásico que más destaca, y en cuya fachada podemos admirar el escudo de la ciudad, es el primitivo Ayuntamiento, posteriormente biblioteca municipal. En las terrazas de "la Consti" se come y se bebe a todas horas del día y de la noche. Es en este centro geográfico y anímico de la Parte vieja, donde suelen tener inicio los actos festivos del patrono de la ciudad y de la Semana Grande, así como la festividad de Santo Tomás (21 de diciembre) en la que se asan al aire libre toneladas de txistorra y se venden papeletas para la rifa de un cerdo.
De nuevo en la calle Narrica vemos el monumento más antiguo de la ciudad, la iglesia de San Vicente, del siglo XVI en estilo gótico y construida sobre otro templo; en el interior destacan magníficos retablos y la figura de un ecce homo. Solo los bautizados en San Vicente pueden, según la tradición, llamarse koskeros, título que comparten los donostiarras de más raigambre y cierto tipo de merluza.
En la plaza dedicada al pintor Ignacio Zuloaga nos daremos otro baño de cultura. En ella nos epera la fachada neorrenacentista del museo San Telmo, edificio elevado a principios del siglo XVI como convento de los padres dominicos, por Don Alonso de Idiázquez, secretario de Estado de Carlos V; sería utilizado como cuartel de artillería antes de terminar convertido en museo de la cultura Vasca. Además de sus colecciones etnográficas y pictóricas hay que prestar atención al bello claustro, declarado monumento Nacional, a los cuadros de Ignacio Zuloaga, y a los gigantescos frecos de Josep María Sert, que cubren las paredes de la antigua iglesia; los frescos de Sert representan momentos legendarios e históricos del País Vasco.
Remate posterior de la Parte Vieja al museo de San Telmo está pegado al flanco del monte Urgull, hermona colina que mira al mar y que representa el extremo oriental de la bahía de la Concha. Atención a las escaleras situadas al fondo de la plaza de Zuluaga, pues mañana treparemos por ella en una agradable caminata por el Urgull. Sin embargo ahora, y para hacer boca, rodearemos el monte por el Paseo Nuevo, paseo marítimo por el que llegaremos hasta el puerto. Aquí, especialmente con las mareas vivas del otoño, se practica uno de los deportes favoritos de los donostiarras: correr, con un chubasquero, bajo los gigantecos surtidores de espuma provocados por los violentos embates del Cantábrico, que antes del refuerzo de la escollera se llevaba bancos, barandilla y hasta automóviles.